Justificarnos

Cuando somos hallados en falta por norma general buscamos cómo justificarnos. Desde que podemos hablar o a penas balbucear unas palabras tratamos de descargar nuestra culpa en alguien más.

Estoy manejando la movilidad llevando a mi hija de dos años y a mi hijo de seis al colegio y de pronto uno de los dos llora o grita.
- ¿Qué pasó? -les pregunto mirando por un segundo el retrovisor
- Anita me arañó -Señala Josué
- Es que Josué me molesta, papá. –dice Ana
- Que no 
- Que sí
- Que no
- Que sí
...

y así pueden seguir por muchos minutos

Cuando en el trabajo me piden explicaciones sobre por qué algo no estuvo a tiempo mi primera reacción siempre es pensar ¿De quién fue la culpa (obviamente la pregunta me excluye) ?

Mi esposa encuentra una mancha de jugo en el piso de la cocina y lo primero que dice es ¿Quién derramó el jugo?

Y es que todos, todos los seres humanos somos unos maestros para justificarnos, es decir para echarle nuestras culpas a alguien más.

La Biblia nos dice que ya no necesitamos justificarnos inventando excusas debido a que Jesús, Dios mismo, se ofreció a cargar nuestras culpas voluntariamente y no sólo eso sino que sufrió el castigo que nosotros merecíamos muriendo en la cruz por nosotros y fue más allá venciendo a la muerte y resucitando al tercer día, para que así todos podamos gozar de la vida eterna.

Cuando hablo con alguna persona a cerca de Dios frecuentemente reaccionan exponiendo lo buenos que ellos son y la manera ejemplar que se comportan comparados con las otras personas. Lo que Dios espera es justamente que hagamos lo contrario, que dejemos de justificarnos y reconozcamos ante Él nuestras faltas, que dejemos nuestra carga de pecado y aceptemos su redención, la justificación que Él ofrece.

Romanos 3:23
 Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios. 24 Pero él nos ama mucho y nos declara inocentes sin pedirnos nada a cambio. Por medio de Jesús nos ha librado del castigo que merecían nuestros pecados.

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